LINA



A sus diecisiete años

Transitaba la línea entre las ilusiones y la locura

Tejía versos en cuadernos reciclados

Se pintaba las uñas con esmalte carmesí

Espolvoreaba rubor rosa en las mejillas

Le escupía sus anhelos al mundo

 

La recuerdo rompiendo la serenidad de la siesta

Con la ronca melancolía del saxofón

Bailando y cantando rock en el parque

Siempre metida en su bombacho de overol

Calzando zapatos de trapo

 

Una noche de junio

Llegó a la puerta de mi casa

Cubierta de lluvia y de llanto

Pálida, vestía un traje oscuro

El cabello envolvía sus hombros y su espalda

Esa noche conoció las dos caras del amor

Le ofrecí una toalla, mi abrazo y un té

 

Hoy tiene la mirada opaca

Sus gestos adustos son gorjeos de la existencia

Canas prematuras se roban su juventud

Lleva en sus manos el peso de la vida doméstica

Y en las mejillas el golpe de un amor borracho

Que duele en el alma y en la piel

 

Frente al espejo

No se reconoce en esos ojos tristes

A sus espaldas, su sombra indaga el destino

En una taza de café

Intenta capturar esperanzas

que colmen su cuenca vacía

 

Hoy, nos miramos como dos desconocidas

Que sostienen una lacónica conversación

Se despide rehuyendo la mirada

Mientras se aleja por un callejón solitario

Yo, en el parasol de una heladería,

Me quedo con la imagen de la niña que fue


 


EL RELOJERO

Dedicado a Alejandro Sandoval, el relojero de mi barrio

Alejandro Sandoval, el relojero de mi barrio


El viejo relojero

llega muy temprano a esa calle del barrio

a curar las heridas de cronos

trae en las manos una sombrilla y la abre contra el sol

Se toma a sorbos un tinto que le ofrece la vecina

conversa, sabe tantas cosas

analiza, sintetiza y conceptúa con la agilidad que desarma el tiempo

 

El viejo relojero en esa misma calle

Se ha cambiado de acera varias veces en tres décadas

Nos mira a través de su lupa

ha visto crecer los niños del barrio

y desde su butaca le ha dicho adiós a las carrozas fúnebres 

que llevan los cuerpos de los vecinos muertos.

 

Los callejones del barrio cada vez están más solos

pero el relojero sigue allí

Tiene la barba blanca de tanto tejer telarañas en la pared despintada

 

En la tarde se va a su casa

 pero deja un sueño despierto

en las manecillas de sus relojes

y un par de historias amarradas a las raíces del olivo

En la noche le roba pedazos a la luna

para armar rompecabezas en una habitación oscura

hasta que el sol vuelva a alumbrar.

 

 

Autor:  Irene Tapias

Montería, Marzo 27 de 2019

 


A OJOS CERRADOS

Este es un retrato de mi rostro. By Irene Tapias


Solo con los ojos cerrados
puede una mirarse en el espejo de cronos,
mirarse hacia adentro,
 Descifrar los códigos de un mensaje escondido en el corazón
Hacer un inventario de las cicatrices,
Recontar los pasos, incluso aquellos que una vez dimos en falso.

Para hallarse, a una le toca cerrar los ojos, mirarse hacia dentro
Observar las huellas y ponerle un gps a los cariños perdidos
Dibujar el tiempo con los granos de un reloj de arena.
Rebuscar en viejos archivos las palabras que salieron sin pensar
y las que se meditaron
Colgarse las lágrimas como un dije en el pecho sangrante,
Escucharse la risa como el cantar de una guacharaca.

Con los ojos cerrados puede una desatar los nudos
de cada lazo amarrado a los pies
Con los ojos cerrados puede una evitar eclipsarse
con el destello del rayo que cae sobre el viejo camajón
y lo parte desde la copa hasta la raíz más profunda

Autor:  Irene Tapias
11 de julio de 2019