SOLLOZOS

 


¿Vale la pena tanto esfuerzo?
Tanto trajinar y al final todo igual,
como si la inmanencia fuera una maldición,
 un karma que se paga día a día. 
… todo va y vuelve, como las olas del mar,
en un bendito recorrido cíclico o más bien esférico.
 
La misma rutina.
Los mismos sueños desgastados por el tiempo,
a punto de volverse quimeras,
el mismo camino
y la sensación de estar pisando la misma huella,
la misma soledad y tú,
tu propia compañía.


Autor: Irene Tapias 

Libro Poemas Al vacío - Editorial UPB 2019


SER


 

Del silencio la hija pródiga.
 Aunque no pueda enmudecer.
De la soledad la hija sobreprotegida.
Ella mi eterna perseguidora, de mis pasos
                                                                                mi propia huella.
Del infinito, solo un punto microscópico.
Del cielo azul una nube transparente,
                                           de Dios la niña de sus ojos.
¿Y de ti…?


Autor: Irene Tapias  / Libro: Poemas al vacío - Editorial UPB, 2019




UNOS VERSOS

 



Unos versos vagabundos
hijos prematuros de la vida satíricos dementes
capaces de poner límite a lo infinito
¡fraccionaron mi lógica rebelde!
los miedos se escabulleron
por la periferia de mi sombra
 
Unos versos pregoneros una lira frondosa,
espectro representando una forma de no morir
aunque muera en el momento
 
Unos versos que se hilvanan en la luna
 y entre sus trenzas doradas
se reflejan en el aciago espejo de la laguna
 
Versos que me arrullan
en la quietud de una madrugada fresca.
Versos que se degustan como un vino añejo
 al calor de la voz de ese poeta. 



                                                                                                          Autor:  Irene Tapias 
                                                                                                        Libro Poemas  al vacío - Editorial UPB - 2019

VIVIR

 

Trasegar quedo en caminos espinosos.
Ser polvo al garete en el aire,
Y esparcirse a lo ancho del prado verde.
Amar el horizonte siendo náufrago.
 
Deshacerse en el frenesí del ocaso.
Hacerse nuevamente en el taciturno sosiego de la aurora.
Parir en el alba una nueva esperanza.
Beber vino amargo sintiéndolo dulce en el fondo.
 
Se vive tallando paradigmas
En la piel de vírgenes idilios
Escarbando en la tierra verdades franqueadas
 
Se vive siendo crisálida para luego ser mariposa
Que une el sol y el río en un medio día ardiente
Y vuela entre los contornos cronológicos de la existencia.

                                                         Autor: Irene Tapias 
                                                         Libro: Poemas al vacío - Editorial UPB - 2019

CANTALICIO (cuento)

      Después de la cena fuimos a sentarnos bajo el olivo de la entrada principal, como lo hacíamos casi todas las noches, cuando pasábamos vacaciones en el Edén, a escuchar las historias que nos contaba la bisabuela Magdalena Aquella era una noche hermosa, engalanada por una luna majestuosa que parecía puesta adrede sobre la casa.


 

Mamagdalena, acomodó su falda amplia entre las piernas, se reclinó en su butaca preferida y subió a Mi hermanita Paulina sobre su pierna derecha, yo me senté a su lado en una silla pequeña y recosté la cabeza en su pierna izquierda, desde donde le miraba la cara, y me perdía en sus palabras. Mientras Paulina también escuchaba atenta mirando al cielo como contando estrellas y jugueteaba al descuido con un mechón de mi cabello. A mi hermana y a mí, nos extasiaban las anécdotas de una juventud que empezó con el siglo XX, transportándonos a un mundo fantástico, que era para mí ese pasado donde la gente no sólo se vestía diferente, sino que pensaba  diferente; donde la palabra de un hombre valía más que sus bienes, y la desobediencia e irrespeto de un hijo se castigaba con dureza y amor.

 

Gracias a las historias que nos contaba la Bisabuela en las noches de nuestras vacaciones en el Edén, fue que conocí un poco del bisabuelo Calixto, quien siendo músico alegró muchos festines en esta región. Y supe del gran amor que se profesaron, del dolor que le causó  la muerte precoz del bisabuelo, de lo difícil que fue para ella asumir su viudez siendo muy joven, enfrentar la vida con cinco hijos y encargarse de la administración del Edén. Esa noche contándonos cómo conoció al bisabuelo Calixto, la voz se le llenaba de nostalgia, mientras el viento que venía del mar abanicaba las hojas del olivo, y movía sutilmente los rizos de su cabello blanco, como si fuera la mano del bisabuelo la que los estuviera acariciando.

  


Intempestivamente las vacas en el corral empezaron a mugir y los chivos se inquietaron; el macho de la manada se estrellaba  contra la cerca del viejo corral buscando salir. Las gallinas que solían pasar la noche en el guayacán cacareaban y los gallos cantaron; aquella no era una manifestación cualquiera, era un festejo, un verdadero canto a la vida. Tío Juan, papá y el abuelo, salieron a inspeccionar el área. Recorrieron palmo a palmo los cuatro costados de la casa. Llena de curiosidad intenté ir detrás de ellos, pero la orden estricta de mi madre me lo impidió, obedeciéndola tomé a mi hermanita de la mano y nos fuimos a la habitación, donde traté de quedarme en vigilia para enterarme de lo que sucedía, pero el sueño fue más fuerte que yo.

 

A la mañana siguiente, en el desayuno, quise saciar mi curiosidad, saber qué había ocurrido la noche anterior, pero Paulina lamiéndose el bigote que le dejó la espuma de la leche, se adelantó y preguntó:

 

-¿Anoche se metió un ladrón, Abuela?

La abuela movió la cabeza en gesto negativo y sonrió - Hay una sorpresa, seguro les gustará. – dijo mientras se levantaba de la mesa. Nos tomó de las manos y nos llevó al corral donde estaba él, tan chiquito, irradiando tanta ternura.

 

-Nació anoche – dijo Mamagdalena que llegaba en el momento.

-¿Dónde está la mamá? – preguntó Paulina

-Se murió en la madrugada.

 

Paulina y yo lloramos de tristeza al pensar la suerte del recién nacido sin su madre, imaginábamos lo triste que serían las noches frías en tan cruel orfandad. Desde ese día, durante el resto de las vacaciones, Paulina y yo  cuidamos del chivo y jugábamos con él como si se tratara de un muñeco, su fragilidad me enternecía.

El fin de las vacaciones siempre me llenaba de nostalgia, aunque teníamos la certeza de volver al Edén una vez terminara el periodo académico, nos costaba trabajo desprendernos de aquel sitio donde éramos libres y felices; en aquella ocasión además de eso, tener que dejar solo al chivo nos entristecía aún más. Por ello, el día anterior a nuestro regreso al pueblo, le pedimos a nuestros padres que nos dejaran llevar el chivo a la casa, al principio se negaron, pero ante la insistencia y los planes de una nueva vida para él en el inmenso solar de nuestra casa, bajo nuestros cuidados y cariño, papá, mamá, los abuelos y la bisabuela,  aprobaron la idea.

 

Cuando llegamos al pueblo, lo primero que hicimos antes de reencontrarnos con los amiguitos de la cuadra y de preparar los útiles para regresar a la escuela, fue mostrarle al nuevo miembro de la familia, el lugar que en adelante sería su hogar y escogerle un nombre. Pensamos muchos sin que ninguno nos agradara totalmente, hasta que mi papá puso fin al dilema, cuando dijo - ¡Cantalicio! Llamenlo Cantalicio – Paulina levantó la cabeza y apartó de su cara los rizos de su cabellera negra, frunció las cejas, sus ojos grandes y brillantes me miraron. Le sonreí y agarrándonos de las manos saltamos gritando - ¡Cantalicio, Cantalicio! – Desde entonces nadie volvió a llamarlo “chivito”.

 

Con el paso de los días Cantalicio se convirtió en un gran compañero de juegos, sobre todo cuando jugábamos futbol en el solar con nuestros amigos. Corría detrás del balón como si fuera un niño más. Lástima que tiempo después esa pasión de cabecear el balón lo convirtió en un peligro para él mismo, para los demás niños del vecindario e incluso para Paulina y para mí.

 

Cantalicio fue creciendo sano y hermoso, pero al tiempo le iban saliendo un par de cachos, poco a poco olvidaba su pasión por él futbol y ya no sólo  cabeceaba pelotas, sino que embestía todo lo que se moviera. Sin embargo, era respetuoso y obediente con sus amos, y nunca, al menos mientras vivió con nosotros, golpeó a alguien de la familia. Un jueves, a la hora de la cena, mamá nos comunicó la decisión que había tomado papá y ella; Cantalicio se iría de la casa, según ellos era mejor llevarlo nuevamente al Edén y así evitar una calamidad. Para nosotras la noticia no fue agradable, pero la mirada firme de papá nos indicó que pese a nuestros berrinches, lágrimas y  chantajes, Cantalicio se iría sin que nada lo impidiera. Con mucha dulzura mamá nos hizo entender que para él volver al Edén era de algún modo la oportunidad de disfrutar de una libertad, que querámoslo o no, había perdido, pues, aunque el patio de la casa era grande y estaba lleno plantas y árboles, era en sí muy reducido para un chivo como él, además vivía solitario. En cambio en el Edén había una manada esperándolo y un paraíso que conquistar.

 

La finca era hermosa, un sitio que hacía honor a su nombre, una tierra fecunda donde la naturaleza derramaba su generosidad. En el Edén la casa estaba ubicada en la cima de una loma. Hacia el norte, la vista ofrecía un potrero fastuoso, rodeado de árboles grandes que engalanaban el entorno con gajos de flores de diferentes colores, como compitiendo entre ellos para regalar mayor belleza; donde se destacaban el violeta de las flores del roble, la imponencia de unas veraneras que juntas simulaban formar un arcoíris, las acacias y los lluvia-de-oro, con sus flores amarillas  daban brillo al paisaje. Un poco en la distancia se divisaba el mar gallardo, haciendo alarde de sus siete colores, en contraste con el cielo azul. Al occidente estaban plantados unos cultivos de yuca, plátano y maíz. Al oriente, había un espeso bosque, al que siempre temí y por eso  nunca entré sola en él. Hacia el sur, de un lado estaban los corrales y junto a estos estaban plantados dos mamoncillos y varios guayabos, un poco más adelante había dos viejos árboles de mango. Abajo, la falda de la loma se vestía del rojo hermoso de una multitud de cerezos, y se bañaba con el agua cristalina de un arroyuelo que parecía estancarse al pie de la loma, pero seguía su recorrido hacia el norte por detrás de ella para finalmente entregarse al Caribe.



El sábado temprano nos preparamos para viajar con Cantalicio al Edén, el recorrido no fue tan aburrido como sí lo fue el viaje de regreso a casa el domingo por la tarde sin nuestra amada mascota, desde entonces lo veíamos sólo en vacaciones. Sin embargo el tiempo fue causando estragos en la memoria de Cantalicio, poso a poco se acostumbró a nuestras prolongadas ausencias y nos fue olvidando, lo que no olvidó fue su costumbre de cabecear cualquier cosa según su antojo. Sus pilatunas le dieron fama en la región, pero las voces que lo acusaban de haber golpeado a fulanito, a zutanito, al perro, al gato, a otros chivos, incluso a los caballos, lo tildaban de peligroso, porque a medida que  pasaba el tiempo también crecían sus cachos.

 

Transcurrido casi año y medio, en unas vacaciones de mitad de año,  llegamos al Edén, y Canta no estaba cerca de la casa como solía estar, según nos contó Mamagdalena, se había cansado de estar solo en los alares de la casa mientras los otros chivos correteaban en manada por los pastizales y potreros. Ya era padre de familia, ahora era el macho alfa de la manada. Una tarde Paulina, el tio Juan y yo recogíamos cerezas, cuando vi la manada de chivos, algunos abrevaban en el arroyo, otros comían pasto y una que otra cereza. Divisé a Cantalicio en la distancia, venía subiendo la loma detrás de una chiva coqueta, llevada por la emoción corrí a su encuentro,  feliz llamándolo. No obedecí los gritos de mi tío advirtiéndome que no  me le acercara, por un momento pensé que me había reconocido y que venía hacia mí como en otros tiempos. Pero cuando lo tuve en frente el movimiento de su pata delantera derecha y la leve inclinación de su cabeza me confirmaron que Canta ya no me recordaba, comprendí entonces que era mejor correr hasta la casa para ponerse a salvo.

 

Ya casi habíamos subido la loma, esta vez él detrás de mí, cuando caí al suelo, ahí probé la fuerza de su cabeza y lo cruel de su fiereza. Como pude me levanté, pero me embistió muy fuerte y rodé cuesta abajo sobre el tapiz de hojas secas y cerezas maduras. Una de las raíces del viejo mamoncillo detuvo mi recorrido. El sonido de un disparo  me asustó aún más. El abuelo, estaba sentado en el jardín de la casa limpiando  la vieja escopeta que fue del bisabuelo Calixto y al ver la fiereza con que Cantalicio me agredía gastó su último tiro para apaciguar su ira y salvarme a mí de ella. Tío Juan me llevaba en brazos hasta la casa, cuando estábamos junto al olivo, a pocos metros vi a Canta tendido en el suelo, salté de los brazos de mi tío y corrí hacia Cantalicio nuevamente. Estaba sobre un charco de sangre y sus ojos de chivo explayados.  

 

 

 

Irene Tapias C

Montería, abril de 2010

 

DESDE LA VENTANA

 



Desde la ventana
las personas parecen imágenes en tercera dimensión,
símbolos anacrónicos de una cultura desueta.
Seres extraños, en apariencia inmunes al dolor,
 impíos gladiadores buscando alimento para el superyó
 
Desde la ventana, la soledad es espesa
y el silencio filosa espada que hiere el alma.
No hay un horizonte azul como en los cuentos.
Hay a lo lejos una línea delgadita
 que separa la tierra del cielo,
pero es gris como el humo
 
Y desde aquí esta golondrina solo anhela volar,
aunque tenga las alas rotas.
 Volar, muy alto como otras aves en los Andes…
Volar y que las penas se enreden en el viento
y la espuma de las nubes.


Autor:   Irene Tapias 
Libro: Poemas al vacío - Editorial UPB - 2019



BAJO LA LLUVIA

 


Cuando llueve con el sol caliente
 es porque un ángel llora. 
Los niños que juegan ronda
en la terraza de enfrente
bañan en la lluvia su inocencia
 
La señora que viene apresurada
cargando una canasta de víveres
                                                  saluda a la vecina
quien la esculca con la mirada
mientras el aguacero lava su aura triste
 
Aquí adentro
espero pienso en los colores del viento
 lanzo mis versos al vacío
el silencio se engarrota en el sofá
 la soledad se fuma un cigarrillo
                                               y se bebe mi café.


Autor: Irene Tapias 

Libro: Poemas al vacío - Editorial UPB - 2019







NADA ES IGUAL

 


El tiempo sobre la vida es un borrador de nata
borrando lo que escribimos a lápiz.
Siempre es posible reiniciar la escritura,
aunque la huella del carboncillo
quede en altorrelieve en el papel.
 
Sin embargo, nada es igual.
Ni siquiera el mar en su monotonía.
Ni siquiera el sol con su bochorno.
Y en su cobarde escapada, al anochecer
cuando taciturno se esconde
tras el velo del mar en la línea del horizonte.
 
No es igual la lluvia, no es igual el viento
que me acaricia desprevenida,
No es igual mi pueblo,
en sus calles polvorientas corre la tristeza
y la incertidumbre disfrazada de esperanza.
No son iguales los juegos
no es igual el Sinú, 
                                      sus arreboles y su brisa
 
Solo los recuerdos perviven intactos,
 solo el silencio enmarca quimeras,
quimeras que un día fueron anhelos,
                                                                            ahora solo queda
una plegaria, una ofrenda.
borrando lo que escribimos a lápiz.
Siempre es posible reiniciar la escritura,
aunque la huella del carboncillo
quede en altorrelieve en el papel.
 
Sin embargo, nada es igual.
Ni siquiera el mar en su monotonía.
Ni siquiera el sol con su bochorno.
Y en su cobarde escapada, al anochecer
cuando taciturno se esconde
tras el velo del mar en la línea del horizonte.
 
No es igual la lluvia, 
                                            no es igual el viento
que me acaricia desprevenida,
No es igual mi pueblo,
en sus calles polvorientas corre la tristeza
y la incertidumbre disfrazada de esperanza.
No son iguales los juegos
no es igual el Sinú, 
                                      sus arreboles y su brisa
 
Solo los recuerdos perviven intactos,
 solo el silencio enmarca quimeras,
quimeras que un día fueron anhelos,
                                                                                 ahora solo queda
una plegaria, una ofrenda.


Autor: Irene Tapias 
Libro: Poemas al vacío - Editorial UPB - 2019




UN PÁJARO


 

En la casa hay un pájaro que anida
en las soledades de los viejos
y revolotea en la alegría de los niños.
El pájaro abrió una claraboya
en el centro de la casa
por ahí penetra el sol y seca los charcos
que quedaron después de la tormenta.
 
En la cocina el pájaro acude con sus alas
el polvo de los calderos viejos.
Llena los platos de esperanza
Atiborra la despensa de libros.


En las habitaciones
el pájaro picotea las almohadas
y entre sus patas aprieta
las plumas que saca del relleno,
sobrevuela a baja altura, las riega en el patio
y quedan enganchadas en los limoneros.
 
Durante el amanecer el pájaro canta
en el quicio de la puerta principal
su canto se proyecta en el interior de la casa,
como un soplo divino caricia los rostros
de la familia dormida y les devuelve la fe.
 
  Autor: Irene Tapias
2020

UNA CARICIA PARA ANTONIO MARÍA



 A mi abuelo

 

Antonio…
Adicto al perfume divino
que expiden los agrestes altiplanos de la tierra.
Adorador de la coquetería arrebatada e indomable,
perfecta arma hechizante de la señora selva.
 
Prisionero conforme en traviesos gemidos,
creados por el silencio
y la blancura perfecta del tiempo 
que se asoma en tu cabellera.
 
Los tuyos… Gemidos melifluos
amasados en hipotéticas intenciones
sepultadas a su muerte en el vacío voraz del confín.
 
Vierte sobre mí tus sabios consejos.
Yo a cambio solo puedo ofrecerte
los arreboles inclonables e inolvidables
de esta tarde de mayo,
mientras nos deleitan las bailadoras
de fandango y bullerengue, ornamentos de la playa
 
Quiero regalarte abuelo…
un beso a tu frente arrugadita,
un apretón de manos,
un sorbo de mi juventud
y un verso de García Lorca. 

Autor: Irene Tapias 
Libro Poemas al vacío - Editorial UPB - 2019

 

MI MORRAL DE CUERO

 


Cómplice estático de mis pilatunas de colegiala
y al tiempo verbo de los más descarnados secretos.
Testigo ciego de las promesas del ayer
a las locas salidas inesperadas del amor.
Amor, ácrata capullo de adolescencia.
 
Guardián de ideas prostitutas,
análogas a deliciosos reflejos,
emergentes de la imprudente necesidad de saber.
 
Saber qué color tienen por ejemplo
 los juicios analíticos de Kant
el alcance de las ideas subversivas del Che.
 
Las ideologías de Bolívar, Sócrates y Santander
 o tal vez hasta qué punto se aceptan
las reglas de gobierno del príncipe de Maquiavelo

Saber también
cómo responde el pensamiento virgen
al dulzor de fanáticas tentaciones,
a la larga, imperfecciones cotidianas de la vida.
 
¡Mi viejo morral!
Inveterado compañero de fugas
hacia una dimensión no contaminada,
                                                                        donde yo era libre,
donde dejaba de ser yo para ser… ¿?
 
Tiene en sus bolsillos y en el propio fondo 
esquirlas, trocillos débiles
de ilusiones que fueron válidas
y hoy yacen derogadas en la fría memoria
de una mujer gris, cuya licencia para soñar
                                                                                 está vencida. 


Autor: Irene Tapias
Libro Poemas al vacío, Editorial UPB - 2019

LA CITA




¿Quieres ser mi hoy, mi ahora?
 Mi solución inmediata
 ¿Quieres ser mi mañana, mi después?
 Mi opción mediata
 Avísame, decide tú el día,
 la hora y el lugar

 Abre un espacio
 en algún rincón de la ciudad,
 un punto de convergencia
 donde se crucen y se fundan
 tu mundo y el mío
 Y todo lo vivido será historia. 

Autor: Irene Tapias 
Poemas al vacío - Editorial UPB 2
019

APUNTA

 

El TIEMPO


 ¿Qué es el tiempo? 

Parece un dios paciente, alocado, pero justiciero. 

Es tal vez un instrumento de Dios - Adonai - para recordarle al humano la pequeñez de su existencia...

"El tiempo de Dios", dice la gente con esperanza... 

¿Cuál es ese tiempo de Dios? ¿Porqué el tiempo de Dios no es el tiempo del humano?

El reloj corre y hay tantas cosas que quedan suspendidas sin respuesta, sin solución. 

La piel del humano se arruga, el cabello se pone blanco, los huesos duelen, son golpes del tiempo... En la conciencia una voz grita "no pienses en el pasado porque te deprimes" - "no clames tanto el futuro porque puedes ser presa de la ansiedad" - "vive el presente",  y entonces el humano se aferra a este ahora como un náufrago a una tabla de salvación, sin embargo, necesita evocar lecciones de ayer para hallar soluciones hoy y necesita pensar el futuro para tener un "a dónde ir", albergar esperanza y tener fe mientras lucha. Esperar el mañana es imposible sin valentía en la lucha de hoy... 


¿Qué es el tiempo? 


Irene Tapias

Reflexiones de medianoche

EN LA VIDA DE UNA MUJER

 


 En la vida de una mujer hay instantes
 donde la melancolía llena los espacios vacíos
 de anhelos desperdigados en intentos fallidos.
 Hay días en los que una mujer no sabe de dónde es.
 Días en los que hasta la esperanza tiene un matiz
                                                                                                             grisáceo.
 y es difícil ser foránea hasta en su cuerpo.

 Para una mujer en ocasiones trasegar es más doloroso,
 pero no hay dispensa para el descanso,
aunque no exista un sol brillando en lo alto.
Aunque las nubes cubran el cielo
la neblina tache el sendero,
 y las espinas hieran los pies.

 A una mujer las lágrimas le saben a tristeza amarga
 y a veces también saben a miel.
 Huelen a cristal de sábila
 y a veces tienen un delicioso olor a rosa.
 
 A veces las lágrimas de una mujer
 simbolizan miedo, soledad o ansias de…
 y otras tantas veces las lágrimas son pregones
 de dolores furtivos guardados en el alma.
  

                                        Autor: Irene Tapias
Libro: Poemas al vacío - Editorial UPB



VERBO DEL ALMA

 

                                                                                       

                                                                                                      Ponme como un sello sobre tu corazón
                                                                                                            ¡Como una marca sobre tu brazo! 
                                                                                                       Porque fuerte es como la muerte el amor (Ct 8, 6)

 

He aquí esta cazuela de palabras
Palabras que cayeron del cielo,
Cenizas de algún cometa de otra galaxia
Quemado por un sol de la vía láctea
Pendían en las pestañas de la luna,
Me adueñé de ellas para ti.
Pero pueden fugarse…
Dejar yerma la blanca yema de mis dedos
 Y espolvorearse en parajes desérticos de la memoria
 Ahí donde yacen ilusiones jamás realizadas
 Sí, el lenguaje es finito
 Los fonemas se extinguen
A la hora de expresar el amor
Porque amar es solo un verbo del alma uso restringido


Autor: Irene Tapias

Libro Poemas al vacío -  Editorial UPB - 2019. 

 



PENSAMIENTOS DEL ALMA

 


Qué son las palabras, poeta?

Enjambre de pensamientos que se repiten

De diversas formas, tonos y colores

Que anidan verdades y mentiras insomnes

A veces, espadas lacerantes

Miel que endulza los labios y los prepara para un beso

Simples piezas de ornato propensas a embellecer más lo bello

 

Las palabras, cúmulo de pensamientos

Que a veces solo los idealiza el alma

Y los trasmite mediante ondas inaudibles

A otra que los recepta

No reproches si enmudezco un rato

 No es enojo, no me eclipsa la congoja

 Simplemente dialogo con tu alma uso restringido

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Este poema hace parte del libro Poemas al vacío,  autoría de Irene Tapias, publicado por Editorial UPB,  en 2019